Ramon Casas y la mujer

Ramon Casas-retratos

[author image=»https://galeriasdeartebarcelona.com/wp-content/uploads/2018/11/yo.jpg» ]Edi Kastas[/author]4 de enero de 2016, hoy Ramon Casas i Carbó cumple 150 años.  Si pasean por Sitges y lo ven junto a su compañero de fatigas Rusiñol, denles un abrazo de mi parte y mi agradecimiento.

He escrito en varias ocasiones sobre ambos, acérquense si lo desean al post  [highlight]Els 4 Gats: Casas, Romeu, Rusiñol y Utrillo[/highlight]

En esta efeméride especial quiero centrarme en su visión de la mujer. Enorme retratista, rompe el prototipo de la mujer en su rol de tentadora Eva : en primer lugar sus mujeres a menudo salen solas: son independientes. Es una mujer urbana, libre y moderna.  Siempre elegante, a veces muy segura de sí misma,  a veces con una languidez indolente, otras llena de melancolía como Madeleine en la versión de  1892 de «Au Moulin de la Gallette» que observa ensimismada a una pareja bailando que se refleja en el espejo.

Todo ello es novedad, influenciado por sus coetáneos  del postimpresionismo francés en general y por Toulouse-Lautrec en particular (ya había viajado a París de adolescente, en 1881,  con su primo Miquel Carbó, al tiempo que fundaba L’Avenç),  como las mujeres que pintó al volante de un automóvil. Escribió Muñoz Molina: «lo más llamativo es la naturalidad con que se representa a una mujer cumpliendo un oficio absolutamente masculino y moderno. Mirando a esa mujer que ocupa el lugar de un hombre me acuerdo de la Albertine de Proust«.

Ramon Casas fue un retratista excepcional y la principal fuente en la que bebió fue Velázquez, al que estudió primero en París y luego directamente en El Prado: sitúa el foco de luz  en el punto de vista del observador, por lo que se eliminan las sombras y utiliza una paleta de colores limitada. Y como Don Diego es capaz de captar la psicología de la mujer, lejos de un ser frívolo o un objeto sexual.

La sensualidad en Casas es muy sutil : la belleza del cuello femenino -sus mujeres siempre posan con el cabello recogido-, ocasionalmente una blusa que cae y muestra un pecho y rara vez un desnudo, en todo caso de espaldas.

Si a alguna mujer pintó con ardor y pasión fue a Julia Peraire, la única de quien se enamoró. La conoció en una tertulia de la Maison Dorée ; él consagrado con 40 años, ella una joven vendedora de lotería de la Plaça Catalunya, de 18 años. Casas, que nunca se había interesado por ninguna mujer  salvo para pintarlas, encontró el amor de su vida.

Aquella relación escandalizó a la burguesía barcelonesa no por la diferencia de edad, sino por el humilde origen de ella. Convivieron juntos 16 años y tras la muerte de la madre del pintor, férreamente opuesta a la relación, se casaron y compartieron otros 10 años de amor, hasta el fallecimiento de Ramon Casas. A partir de ahí, Julia desaparece.

Casas pintó a Julia constantemente, desafiando los convencionalismos, en diferentes registros. El retrato más célebre es «La Sargantain», 1907  (Circulo del Liceo), frente a la languidez y distancia habituales  es el óleo más sensual y arrebatador de su carrera: llena de carácter, agarra con fuerza el sillón y lanza una mirada perturbadora llena de deseo incontrolado… con el colorismo ocre de Velázquez.

Ramon Casas
La Sargantain, 1907. Colección Cercle del Liceu

 

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