«Aunque ya nada pueda devolvernos la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos, porque la belleza subsiste en el recuerdo«.
Estos versos de esperanza ante la juventud perdida inspiraron a Elia Kazan la inolvidable película «Esplendor en la Hierba» (1961), en la que unos brillantes Natalie Wood y Warren Beatty interpretan a dos jóvenes enmarcados en la depresión del 29 y en la represión de una sociedad rural todavía decimonónica.
Es una película sobre el primer amor, romántica y trágica, con una de las despedidas más tristes de la historia del cine.
El fragmento pertenece a un poema de William Wordsworth, uno de los más importantes poetas románticos ingleses, que compuso en 1807 y tituló «Oda a la inmortalidad». Wordsworth reflexiona sobre la fugacidad del tiempo y el recuerdo de los instantes iluminados por el resplandor de lo que se vive por primera vez.
El poema es de esperanza porque esa nostalgia es la fuerza que nos hace vivir. Evocar en el alma aquella pasión de esplendor alumbra una nueva forma de eternidad: la inmortalidad de la belleza y del recuerdo.
En la película de Kazan, Natalie Wood recita en dos ocasiones el poema de Wordsworth: primero en la secuencia en clase, en una tempestad de emociones:
Y en la escena final, cuando pasados los años ambos vuelven a encontrarse, y ella rememora esos versos, ya con un significado totalmente distinto. (no añadiremos video con spoiler)
Elia Kazan añade amargura al poema de Wordsworth para poner en entredicho el sueño americano, pero se trata de sentimientos universales en los que todos podemos vernos reflejados.
Antes de recordar el poema completo, un breve tributo a la fotografía de la película, de Boris Kaufman, con una sintaxis de color en que el amarillo, el rojo y el verde se imponen contundentes sobre atmósferas grises que expresan lo más intensamente humano, lo sublime. Un orden estético que siempre abriga un zumbido de esperanza.
El poema completo de William Wordsworth, «Oda a la inmortalidad», de 1807:
Aunque el resplandor que
en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté por siempre oculto a mis miradas.
Aunque mis ojos ya no
puedan ver ese puro destello
que en mi juventud me deslumbraba.
Aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos,
porque la belleza subsiste siempre en el recuerdo.
En aquella primera
simpatía que habiendo
sido una vez,
habrá de ser por siempre;
en los consoladores pensamientos
que brotaron del humano sufrimiento,
y en la fe que mira a través de la muerte.
Gracias al corazón humano
por el cual vivimos;
gracias a sus ternuras, a sus
alegrías y a sus temores, la flor más humilde al florecer
puede inspirarme ideas que, a menudo,
se muestran demasiado profundas
para las lágrimas.
(Obra de portada: Felice Casorati, El sueño de la granada, óleo de 1913, colección particular)
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