Los misterios de la Venus del espejo

 

Los años que Velázquez vivió peligrosamente. La Venus del espejo

«Solo hay una cosa más pecaminosa que pintar desnudos: exhibirlos» (la Inquisición)

En la España del siglo de Oro pintar un desnudo era jugarse el cuello; implicaba arriesgarse a ser excomulgado, incluso deportado y ver sus obras pasto de las llamas. ¿Quién tuvo el valor?

 El pintor del mismísimo rey: Diego Velázquez.

El lienzo es genial, compone un desnudo por detrás pero estableciendo contacto visual a través del espejo. No hay paisaje ni decorados, solo una pared gris. El genio sevillano consigue el efecto de profundidad a través de capas de color y con una pincelada excepcionalmente suelta. Una composición que ha inspirado infinidad de obras maestras, no sólo en la pintura (desde la maja desnuda de Goya a 40 versiones de Picasso), sino en todas las disciplinas del Arte. Un icono.

Y sin embargo lo único que sabemos de él a ciencia cierta es su autor, Velázquez. Nada más. Ni dónde, ni cuando fue pintado… ni quien fue la modelo oculta bajo el título mitológico de Venus. Es más, la obra se mantuvo casi en secreto a lo largo de más de dos siglos, solo para unos pocos privilegiados. Hará unos 100 años que la National Gallery lo expuso por vez primera al público: causó sensación y pasó de ser una obra desconocida a convertirse en la joya de Trafalgar Square.

Para aventurar el dónde, el cuándo y el quién permítanme que les recuerde algunos detalles de la vida de Velázquez.

Estuvo 35 años pintando aduladores retratos -tarea nada fácil- del rey Felipe IV y su corte. Adocenó su estilo y su vida. Es inimaginable que colara a hurtadillas en su estudio -en el corazón del Palacio Real- a una modelo para pintarla desnuda.

En todo ese tiempo tan solo viajó dos veces al extranjero, ambas a Italia, la primera como estudiante y la segunda en 1648 por encargo del rey. Pongamos el foco en este segundo viaje (1648-1651): pues la primera noticia que se tiene de la Venus del Espejo es en un inventario de 1651 en que aparece como propiedad del Marqués de Heliche, poderosísimo aristócrata. El motivo del viaje fue comprar obras en Italia para ampliar la colección del rey y para ello Velázquez dedicó… tres años! ¿Y qué hizo durante ese tiempo en Italia? Pues apenas se sabe nada.

El hecho cierto es que su estilo cambió profundamente y se adelantó tanto a su tiempo que marcaría el camino del Arte… del siglo XX.  Lejos del corsé de la corte, Velázquez descubre la Italia del «seicento«, esplendorosa. Una sociedad -por comparación con la España contrarreformista del Concilio de Trento- mundana y liberal. Se suceden los hallazgos de esculturas clásicas, en gran parte desnudos mitológicos que se exponen en público sin pudor. Se incuba la Ilustración y la revolución científica (Galileo, Newton, Descartes). En Europa nace el mundo moderno, que busca en el Arte muchos más temas que los puramente religiosos, y con muchos más clientes: una burguesía -inexistente aquí- que hablaba y gozaba del Arte.

A sus 50 años Velázquez descubre todo esto… y durante tres años consigue que se pierda su pista y hace oídos sordos a las órdenes del rey para que vuelva. Se sabe que tuvo un hijo, Antonio, al que reconoció y mantuvo. Y que Lejos de la Corte (y de la Inquisición) aparece el mejor Velázquez. Libre en temas y formas pintó algunas de sus obras más influyentes en el Arte moderno: el retrato de Inocencio X, que ya no es adulador sino de una fuerza psicológica asombrosa y «La tarde», que junto a su gemela «Mediodía», pintadas en el jardín de Villa Medici, se adelantan dos siglos al impresionismo. Velázquez pinta el paisaje sin una excusa narrativa que lo justifique y lo hace en dos momentos diferentes para captar la distinta luz  como haría después Monet. ¿El tema? la luz y el aire. La pincelada deshecha, casi manchas de color y luz.

¿Les cabe alguna duda de cuándo y dónde se pintó la Venus del Espejo?

Cosa bien distinta es aventurar la identidad de la modelo, porque Velázquez utilizó un recurso genial: difuminó su rostro y redondeó los rasgos. Es pura magia que nos parezca bellísima cuando no se distingue su fisonomía. Mediante fotografía científica la National comprobó que fue pintada así originalmente y no retocada con posterioridad para ocultar la identidad. Pero lanzar un nombre me parece pura especulación. Se ha escrito que podría ser su amante italiana, madre de su hijo Antonio… imposible aventurarlo porque nada se sabe de ella más allá de que era una joven pintora italiana de nombre Olimpia Triunfi ó Flaminia Triunfi.

Para finalizar es posible que Ustedes, avispados lectores, hayan encontrado en el relato una pieza que no encaja: Si el cuadro no vio la luz hasta el siglo XX ¿cómo pudo ser el referente de las Majas de Goya? Los avatares del lienzo fueron numerosos pero se sabe que llegó a ser propiedad de la Duquesa de Alba, con la que el maestro Goya mantuvo una relación muy estrecha y personal, sobretodo desde que ella enviudó. También una mujer adelantada a su tiempo, en vez de escandalizarse compró la obra para mostrarla a sus amistades más íntimas bajo el lema «un trasero tan bello como el mío«.

PS: Godoy, entonces el hombre más poderoso del país, se hizo con el pack completo: las dos Majas y la Venus del Espejo. Pero la gloria terrenal no es eterna y con la invasión francesa la colección quedó sin propietario. En aquel caos algún oficial de Wellington vio su oportunidad y el destino final de la Venus fue Inglaterra.

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