por Elena Almirall, escritora. Autora del blog «El periódico de las buenas noticias» [highlight]http://periodicobuenasnoticias.blogspot.com.es/[/highlight]
(Nota del Editor para nuestr@s amig@s italian@s : aquí a Buonarroti lo tuteamos, no tenemos remedio)
Últimamente vengo pensando en que nosotros mismos nos impedimos, muchas veces, ver la belleza o sentir el amor. Creo que tenemos unas ideas preconcebidas sobre dónde está la belleza o cómo se debe sentir el amor. Y nunca nos permitimos explorar más allá de dichos límites autoimpuestos.
El invierno pasado viajé a Roma con un grupo de estudiantes y me llamó muchísimo la atención que no tuvieran ningún interés por entrar en la iglesia de San Pietro in Vincoli, que alberga la famosa escultura de Moisés de Miguel Ángel. “Es que no somos cristianos y no lo entendemos”, me dijeron. Y yo, entonces, me pregunté, ¿hay que entender o simplemente hay que mirar, descubrir y sentir? Es cierto que si conoces el contexto o sabes lo que intenta expresar el autor, el Arte se vuelve más cercano pero también es verdad –creo- que hay obras que tienen fuerza y sentido independientemente de lo que sepas de ellas. El impresionante Moisés, con su mirada profunda, su perfecta anatomía y esos rayos de luz que presiden su cabeza no necesita demasiadas explicaciones. Quizás sólo hay que tener la mirada dispuesta, el corazón abierto.
Algo similar sucedió un día que colgué un texto firmado por el Papa. El texto era maravilloso pero hubo una amiga que me dijo “Vaya mierda de texto” y me di cuenta de que lo que le molestaba era la firma, porque tiempo antes había colgado uno similar del Dalai Lama y le había encantado.
Creo que con el amor pasa algo parecido. Están los que buscan pareja desesperadamente, los que tienen miedo al compromiso, los que ponen barreras, los que tienen el corazón cerrado. Hay mil excusas diferentes para no permitirse sentir, disfrutar, amar. De hecho, recuerdo que alguien me dijo una vez que lo contrario del amor no es el odio, sino el miedo…
Y, tras pensar todo esto, me digo a mí misma: Elena, revisa tus excusas. Limpia tu mirada. Abre tu corazón. Permítete ver, sentir, disfrutar. Permítete amar. Lo que venga, como venga, cuando venga.