«Todo el mundo discute mi arte y pretende comprender, como si fuera necesario, cuando simplemente es amor» (Monet).
Si algún pintor ya pensó su obra como un espacio de inmersión fue Claude Monet. Presentía que el color expresaba algo por sí mismo y se lanzó a buscarlo: durante treinta años pintó el estanque de nenúfares de Giverny en distintos momentos del día, al igual que con otros temas, pero con un gran proyecto final, la capilla sixtina del impresionismo: Las dos salas ovales, formando el signo del infinito, que diseñó el propio Monet en el Museo de L’Orangerie de París y que configuran un espacio de meditación, un refugio donde el tiempo se detiene atrapado en esa elipse.
Monet ya avanzó la idea de que una pinacoteca no es un inventario de objetos valiosos sino, como las bibliotecas de viejos libros, un espacio lleno de rincones que abren puertas a otra dimensión.
Y la actual tendencia de exposiciones virtuales, inmersivas, con proyecciones 3D, hace realidad su viejo sueño.
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Sus pinceladas suaves y delicadas, zigzagueantes en múltiples capas, sus universos de color donde da rienda suelta a las sombras coloreadas no son casuales: todo está dirigido a captar las sutilezas de la luz, en paisajes donde todo parece sin prisa, pausado… ¿se puede pintar el aire? «Quiero pintar el aire que envuelve el puente, la casa, el barco, la belleza del aire en el que están estos objetos» (Monet).
En diversas cartas Monet afirma que nunca tuvo estudio como tal, fue un exponente máximo de una especie que actualmente parece en extinción: el pintor «au plein air», siempre con el caballete bajo el brazo, observando cómo la luz y el color fluyen sobre el paisaje. Y pintándolo. Imagino que no tenía vértigo: le gustaba plantar el caballete al pie de los acantilados de Etretat, Varengeville o Pourville, en la costa de Normandía, para pintar poemas de color a vista de pájaro. «Para pintar el mar hay que verlo cada hora de cada día desde el mismo lugar».
Marta Rubio Plo escribió en nuestro facebook: «En L’Orangerie la forma ovalada de las salas y el techo bajo producen en el espectador un efecto envolvente, como si él mismo se hallase en el centro de un estanque entre el umbrío frescor de los sauces y las glicinas. El punto de vista está elegido de modo que no hay horizonte. El agua cubre toda la tela, obligando al espectador a sumergirse en esa masa de color abigarrada y líquida. Es un universo cambiante de luz y color, como si se tratara de un mar de tonalidades en el que zambullirse y en el que los cambios que sufre la imagen hechizan al espectador«.
Ahora el Centre d’Arts Digitals-Ideal intenta recrear aquel viejo sueño, que Monet diseñó pero no pudo ver inaugurado, en el Poblenou de Barcelona.
No esperen encontrar la grandiosidad y la magia que se alcanza en Les Carrières de Lumières de Baux-de-Provence, tampoco los medios son los mismos.
Pero es una propuesta francamente lograda, muy estimulante, con un espacio de inmersión mediante proyecciones y otro de realidad virtual con gafas 3D para introducirnos en sus pinturas, siguiendo el relato de sus viajes: Venecia, Londres, París, Noruega… y por supuesto Giverny.
Es muy destacable su componente didáctico. Monet fue un gran Maestro de la teoría del color, de cómo un color afecta al adyacente en el lienzo y de cómo dar profundidad a la escena mediante sombras poderosas. Maestro con mayúscula, pues dedicó gran parte de su vida a recibir en Giverny a jóvenes pintores de todo el mundo para enseñarles sus técnicas, como antes Camille Pisarro había hecho con él. Y ahora la propuesta del Ideal nos acerca de forma muy comprensible aquella visión que nos enseñó a disfrutar de la belleza simple y de la luz.
Ficha Técnica:
Centre d’Arts Digitals-Ideal.
Doctor Trueta 196-198
Metro: Llacuna L4
NOVEDADES COVID-19: El Centro Ideal anuncia su reapertura el 1 de julio.
De Lunes a Domingo. Abierto de 11h a 20h. Martes Cerrado.
Hasta el 30 de octubre de 2020
Entrada General 14,50€ /16,50€
Lunes no festivos 9 €